RAICES DE NUESTRO ESPIRITU
Guido Despradel Batista, Raíces de nuestro Espíritu. Santo Domingo. Ediciones Renovación, 1971, p. 9-29, reeditado el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, en Antología Literaria Dominicana ,Discursos, Semblanzas y Ensayos fragmento, Santo Domingo, 1981,
En
Septiembre de 1493, salió Colón de Cáliz en su segundo viaje. Comenzando con este viaje, la era de los conquistadores. 1500 expedicionarios desembarcaron en nuestra isla, divididos en dos grupos: el uno de nobles, cortesanos y militares, el otro de plebeyos, menestrales y labradores. Traían armas, perros, ocho puercas, yeguas y caballos, y la firme resolución de servir a tres cosas: a la Santa Cruz, a sus Majestades Católicas y a su ambición desmedida de riquezas
Desconocían en absoluto el derecho de gentes y aleccionados por los crímenes impunes de la Inquisición, veían en el indio un hereje, a quien se podía legítimamente darle muerte o someterlo a la más oprobiosas esclavitud. Y comenzó la exterminación cruel del indio y la explotación desmedida del ansiado metal amarillo.
Al indio que no se mata se le exige trabajo y tributo. Y el aborigen abandona sus conucos y buscas monte adentro la protección de la naturaleza. No se predica dulcemente la justas doctrina del Cristo, pues el indio era incapaz de entenderla, sino que se estableció la guerra sin cuartel a los nuevos infieles. La Inquisición, en forma de ejército en conquista, había comenzado a accionar en tierras de América.
Y así, como muy bien dice Las Casas, los indios eran: “ alcanzados fácilmente con los caballos y alanzados en un credo tantos, hechos pedazos con las espadas, cortados por el medio, comidos y desgarrados por los perros, quemados muchos de ellos vivos y padecieron todos maneras exquisitas de inmesericordia e impiedad”. Brillante y noble manera de comportarse un pueblo civilizado de la cristianísima Europa con un grupo de hombres pacíficos, hospitalarios e indefensos
El español dirige su guerra de conquista del Atlántico al Cribe: abandona a la Isabela, y deja atrás, merced a su propia suerte a Santo Tomás de Jánico, a Santiago y a la Concepción de La Vega. El oro estaba ahora en más abundancia en Haina, y esto determina el nacimiento de los pueblos del sur. Santo Domingo y la Vera Paz serán ahora el centro de sus operaciones mineras y militares. Pero no todo estaban conforme con sacar oro de los ríos y las minas. Era necesario crear otras fuentes de riquezas; y entonces surgen los ingenios y la ganadería.
Pero el cañaveral exigía muchos hombres que se adentraran en sus fauces hambrientas, y ya el indio se acababa, y su fuerzas, minadas por las enfermedades, la opresión y el desconsuelo, podían dar abasto a esa nueva tarea de explotación bárbara e inicua. Al decir de Las Casas, “no quedaron de las multitudes que en esta isla, de gentes, había, desde el año de 1494 hasta el 1496, según se creía la tercera parte de ella”
Como los ingenios aumentaba rápidamente y cada uno de ellos exigía por lo menos ochenta hombres, y cada tapiche no menos de cuarenta, aun haciendo que el indio centuplicara su esfuerzo, se necesitaba importar de otras latitudes nuevos hombres, y vino entonces el negro, así el ingenio, establecido por España, acabó de exterminar al indio, introdujo en nuestro ambiente un nuevo factor étnico y nos prepara para siglos más tarde, ser económicamente, colonias de las naciones plutocráticas
Algunos vecinos hacendados, viendo que el indio se acababa, prometieron al clérigo Bartolomé de Las Casas, que si les traían los indios que tenían para que se pusieran en libertad. Y el Consejo con parecer de los Oficiales de Sevilla y ante las instancias de buen varón que por su amor al indio permitió que otra raza de hombres sufriera el oprobio de la esclavitud, consintió que se pudieran traer a esta isla y a la de Cuba, Jamaica y Puerto Rico, cuatro mil negros esclavos.
Pero el ingenio necesitaba devora más hombres y la merced se vende en 25,000 mil Ducados a los genoveses, y el Emperador de España emprende, a costa de Quisquilla, otro brillante negocio que le permite, con sus insaciables arcas y edificar sendos fastuosos alcázares en Madrid y Toledo. Así pagó esta Isla a España su labor de conquistarla
Boyá y las montañas fueron el poster cementerio del último indio: y España, cumpliendo la consigna de mantener la esclavitud en sus dominios, introdujo en nuestra isla más de Treinta Mil Negros. Pero no nos despedimos así, tan indiferentemente, de nuestro desgraciado aborigen, y detengámonos a investigar cuál ha sido su aporte en la formación de nuestro espíritu. Tal vez las primeras y más hondas raíces de nuestro espíritu estén en el indio
El español necesitaba mujer y no tuvo inconveniente de mezclarse con la india. Caballeros, e Hidalgos estaban casados en las villas principales con mujeres indias; y ya sabemos como en La Vera Paz sesenta vecinos españoles en su mayoría hidalgos, tomaron por esposas a mujeres naturales de la isla. Y la soldadesca y los colonos tampoco tuvieron que vencer grandes obstáculos para la mezcla de sangre, pues a la india no le repugnaba el señor blanco que la dominaba y destruía su raza
Según Oviedo, las indias, “comúnmente son buenas de su persona”, pero también hay muchas que de grado se conceden a quien las quiere, en especial las que son principales, las cuales ellas mismas dicen quelas mujeres nobles y señoras no han de negar ninguna cosa que se les pida, sino las villanas”. Así el conquistador el gran encomendero se unen a la hija del cacique, y el soldado y el colono tienen a la india como mujer y como cocinera.
Así surge el mestizo de América, tan característico el tipo de este nuevo elemento étnico, tan esencial su distinción del español y del indio, que Fray Bernandino de Manzanedo, le decía al Señor y Monarca de las Españas, en carta sentida y llena de conceptos humanitarios: “Los Indios se van acabando, porque los españoles, a falta de mujeres, se casan con indias”. Se acaba el indio puro, el indio sin cruzamiento, pero persistía el mestizo, con la fortaleza y la arrogancia del conquistador aunada íntimamente a la candidez y a la sinceridad del aborigen.
Lo ha dicho muy exactamente Carlos Pereyra: “No hay mestizos para la demografía”. De estos matrimonios de hidalgos con indias principales surge un mestizo que tendrá del español el derecho de ser encomendero, y del indio, el de ser cacique. Y en cuanto a otras uniones de español casado con india, socialmente era español, también figuraba como español siempre y cuando el padre cumpliera con sus deberes.
Es aquí un hecho que es necesario observar cuidadosamente. El mestizo de español y india no se cruza con indios, sino que se cruza con sus congéneres o con el español o con el negro. Y como hace notar Pereyra: “Con la afluencia de blancos en cantidad respetable y de negros en masa creciente, el hijo de español e india tira a blanco o se a mulata”. Es decir, que el indio puro desaparece, pero esto no indica la desaparición en absoluto de la raza aborigen, pues el mestizo perpetúa, a través del tiempo y del espacio por cruzamientos múltiples y continuos, los caracteres raciales del indio
Y no puede ser de otra manera. Aplicando las leyes biológicas de Méndel, que son las que rigen actualmente el intrincado problema de la herencia, a la formación de nuestro tipo étnico, no vemos obligados a aceptar que en la estructura de nuestro espíritu cuenta efectivamente el factor indio. Esta claramente demostrado que en la transmisión de los caracteres hereditarios, la madre juega un papel superior al padre. Y en los cruzamientos de españoles e indios, la india era la madre. Por tanto, el mestizo resultante de las primeras uniones era biológicamente hablando, más indio que español.
Más precisamente, y hablando en el lenguaje de Méndel: en las primeras uniones los caracteres predominantes en el tipo racial resultante pertenecían al indio; después en la uniones sucesivas, cuando el mestizo se desvió del indio y se unió al español y al negro, estos caracteres predominantes pasaron a ser recesivos. Pero esto no implicaba su desaparición, ni muchísimo menos que cesaran de transmitirse, para su perduración, en los tipos resultantes, de las uniones sucesivas
Ningún factor hereditario muere; dejará de manifestarse en un determinado número de generaciones pero esto es para reaparecer más tarde, fuerte y radiante, en un número de seres de ciertas y determinadas generaciones. Es necesario tener muy presente, como muy bien ha dicho Keyserlig, “en las naciones dominan más los muertos que los vivos”. Urge que practiquemos un análisis profundo de nuestra psicología.
No de nuestra psicología nacional, como se dice corrientemente, sino de nuestra psicología individual. Busquemos cana uno de nosotros, individualmente, y dentro de nosotros mismos, al indio, y de seguro que lo encontraremos. El individuo único es el que define el espíritu de un pueblo, y si comparamos nuestro individuo único, con el individuo único de España, y con el individuo único del negro, que fueron los dos factores que se mezclaron con el indio, veremos que aún nuestro aborigen vive.
Y esta es una verdad cósmica que es necesario pregonar muy alto: pues si queremos en verdad ser un pueblo con carácter de eternidad en la historia, fortuitamente deberemos demostrar y admitir que nuestras primeras raíces vienen del indio. Porque para nosotros el
Indio es el ser que nos une a la tierra: el español y el negro son factores importantes y aclimatados, no raíces primeras
viernes, 10 de julio de 2009
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